Recuerdo que mi madre decía que el día del cumpleaños de mi abuelo Lorenzo siempre había una buena liebre o conejo en la cazuela. No disponía de licencia administrativa de caza, pero parece ser que sí se consideraba acreedor de una exclusiva o particular 'licencia' para darse un capricho ese día tan especial para él, ya que era un 'fanático' de los guisos de caza. Llevaba su escopeta escondida en una talega (saco de tela) rellena con algo de paja y así no levantaba ninguna sospecha en caso de que anduviese el guarda ese día por el monte. No conozco muchos más detalles, seguramente saldría de madrugada, para no ser visto. Sí me consta uno de los lugares donde decía mi madre que se apostaba en ocasiones, escondido dentro de una taina en un paraje con bastantes madrigueras de conejos.
Nosotros lo más que llegamos a cazar era alguna que otra rana en la charca de la dehesilla. También algún día recuerdo coger grillos que metíamos en pequeñas jaulas. Había que ir despacito cuando estaban cantando hasta localizar su pequeño agujero, luego introducir una pajita y después de mosquear al grillo durante un ratillo, el pobre bicho salía extrañado de su cobijo.
Ésto era una tontería en comparación con aquellos días que estuvimos en verano ayudando a mi tío Timoteo a quitar piedras de una tierra por la zona del hocino. Aquello ya ponía los pelos de punta. Quitábamos las piedras pequeñas y medianas y las íbamos echando al remolque. De las piedras grandes, algunas bien agarradas, se encargaba él. En ocasiones, debajo se ocultaba la morada de alguna víbora o lagarto. Para sacarlas mi tío procedía con cuidado mientras nosotros nos subíamos a toda prisa al remolque en cuanto veíamos que por allí se movía algo. Según removía la piedra y empezaba a asomar el bicho, un poco despistado, le asestaba un buen tajo con el pico. Pero algún lagarto se escapaba y lejos de huir, se encaraba con el Teo. Le hacía frente. Empezaba un 'combate' tenso, con más improvisación que estilo por parte de mi tío, pero al final exitoso y efectivo.
Parece ser que esta zona es apta para reptiles. Mi padre contaba impresionado algunas veces que de chaval avistó por allí una culebra de grandes dimensiones. Por esa zona, por donde transcurre la cañada real Galiana, le tocaría bastantes veces ir a pastorear las ovejas. Podría tratarse de alguna culebra bastarda, que pueden alcanzar incluso más de 2 metros de envergadura. Estas culebras las he visto más de una vez por las 'regaderas' o canales de riego de los huertos y aunque son inofensivas para el hombre nunca te lo acabas de creer.
Parece ser que esta zona es apta para reptiles. Mi padre contaba impresionado algunas veces que de chaval avistó por allí una culebra de grandes dimensiones. Por esa zona, por donde transcurre la cañada real Galiana, le tocaría bastantes veces ir a pastorear las ovejas. Podría tratarse de alguna culebra bastarda, que pueden alcanzar incluso más de 2 metros de envergadura. Estas culebras las he visto más de una vez por las 'regaderas' o canales de riego de los huertos y aunque son inofensivas para el hombre nunca te lo acabas de creer.
Hay más episodios singulares de caza, y también de pesca que se los he oído comentar al Javi, aunque estaría mejor que nos lo contara él directamente. Una de estas anécdotas me parece ciertamente increíble. Quizás debería haberme asegurado antes de que no lo haya soñado. Resulta que estando un día por el monte, un jabalí, no sé si por casualidad o qué, se sintió acorralado en una zona por la que no había salida. Debía estar también por allí el Jesús. Se había bajado del tractor cuando el animal se dio la vuelta e iba directo hacia él. Pero el Jesús disponía de un arma un tanto especial, un arma imaginativa y arriesgada, pero efectiva si se sabe usar con buena técnica, aunque no creo que ésta pueda aprenderse sólo con leer las instrucciones de uso de este apero, un arado, instrucciones que ni siquiera existen. Me imagino la situación. Viene hacia tí una bestia impresionante y tú ahí en medio de la tierra con un arado en las manos, esperando a bajarlo con fuerza para golpear su cabeza justo unas décimas de segundo antes de llegar a ser embestido por esa fiera. Increíble ¿verdad?. Pues sí, aquí una vez más se hizo uso en Andaluz de otra exclusiva 'licencia' para matar.
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