La cabeza como símbolo tenía una gran importancia entre los pueblos celtibéricos, siendo considerada la parte del cuerpo en la que residía el alma, el “otro yo” de la persona y por lo tanto, estaba fuertemente ligada a la inmortalidad. La cabeza, el cráneo, se convertía así en el receptor de la esencia del individuo, en lo más valioso. Por esto, el cortar la cabeza del enemigo se consideraba el máximo ultraje ya que se trataba de una mutilación física pero también espiritual y de ahí el cuidado que según Estrabón los celtas otorgaban a estas testas, conservándolas en aceite de cedro y exhibiéndolas con orgullo, negándose incluso a venderlas por grandes cantidades de oro.
Este simbolismo de la cabeza no sólo se aplicaba a ese ritual guerrero decapitatorio sino también en otras áreas y es ahí donde entran el resto de interpretaciones de las representaciones de cabezas que tenemos en la Península Ibérica. Por ejemplo, las cabezas que aparecen en la cerámica de Uxama en la que se rodean de aves son una alegoría del alma elevándose gracias a los pájaros que ejercen la función de psicopompos.
Puedes leer AQUÍ este interesante artículo publicado en la web de Celtica Hispana.
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