Muchas carencias o necesidades que tienen los seres vivos para desarrollarse en su medio han conseguido solventarse gracias a una relación simbiótica. La simbiosis es, pues, un gran invento, ya que comporta un beneficio mutuo. La simbiosis árbol–hongo, por ejemplo, nos permite saborear de vez en cuando unos estupendos níscalos o boletus (a ser posible de nuestros pinares sorianos), ya que de otra manera sería imposible su supervivencia. La simbiosis está basada en el acuerdo, en la colaboración y sobre todo, como hemos dicho, en la supervivencia. Es por ello que quizás también sea extrapolable a un gran tema que nos preocupa en la actualidad, la despoblación.
Desafortunadamente ya parece que hemos dejado de preguntarnos cómo vivir en el medio rural para empezar a preguntarnos cómo poder sobrevivir en este medio. Pues bien, es preciso ahora más que nunca pensar en términos de simbiosis. Parece que nos vamos dando cuenta de que los recursos medioambientales, patrimoniales y culturales no están ahí para entorpecer o desmerecer otras industrias como la agroalimentaria, la de transformación, etc., sino que pueden complementarse y llegar a conseguir una relación simbiótica enriquecedora, que contribuya al desarrollo global de nuestro territorio.
Entre otras propuestas, el teletrabajo surge como una gran oportunidad para atraer población. La naturaleza, el paisaje, el aire puro, la mejora de la calidad de vida son nuestras bazas principales, son factores que influyen directamente en el incremento del rendimiento de la actividad laboral o profesional. No obstante, la vida en el mundo rural es distinta, requiere adaptación. Aunque en este balance pesen más las ventajas que los inconvenientes, la independencia y el anonimato, propios de la vida urbana, pueden echarse de menos, entre otras cosas, en el entorno rural. El incentivo de programas para el teletrabajo requiere también pensar en clave de simbiosis, cuidar nuestras ‘relaciones simbióticas’ con los nuevos pobladores o establecer fórmulas que faciliten esta adaptación y garanticen su bienestar.
La implicación social en este gran problema es cada vez mayor. Es preciso apostar fuerte y poner en marcha programas individualizados que se sigan de cerca, planificar, coordinar, revisar, corregir... y también poner a todo una pizca de simbiosis.