lunes, 10 de abril de 2017

Las tainas: algo más que etnografía


En este interesante trabajo acerca de la arquitectura de las tainas podemos leer:

“Esto ya se perdió para siempre”, es posiblemente una de las expresiones más utilizadas por personas mayores del medio rural, que se han criado y curtido en las labores del campo, cuando se refieren a las “tenadas” o tainas. Construcciones estas que albergan diversos elementos que generan también diversas sensaciones. Para algunas personas son recuerdos de una dura infancia (y no tan infancia) cuidando del ganado, de noches en vela, de pulgas y fuerte olor a estiércol. Otras afirman que fueron, además, el motor económico de subsistencia y existencia de su familia. Muchas ven en ellas un ingrediente inseparable del paisaje castellano que lo moldea y da sentido, que habla de sus gentes y su forma de vida. Otras admiran el arduo y sesudo trabajo constructivo de piedra y madera, aprendido de generaciones anteriores que “no fueron a la escuela”. Algunos extraen de ellas el altísimo valor etnográfico, histórico y cultural que poseen, tanto por la generación de oficios como cantero, ebanista, tejero o pastor, como porque a su vera se fabricaron instrumentos musicales con un palo o un cuerno y se cantaron canciones y relatos a modo de la prensa rosa de hoy en día. En ellas se cocinaba y se dormía, y entre todos los vecinos se mantenían en pie, pensando siempre en el bien común. Parece que hablamos de hace cien años, pero nada más lejos de la realidad, nuestras madres y padres, nuestras abuelas, son esas personas que hasta hace pocas décadas trabajaban y vivían junto a las tenadas, eran las pastoras, los carpinteros y los canteros. 

Hay muchos más, pero, al menos por estos motivos, tenemos la obligación de evitar que nuestro patrimonio rural se desvanezca, se convierta en ruinas ya irrecuperables. Tenadas, pajares, chozos, potros, molinos, fraguas, hornos, pilones, dújos… son hoy en día un valor cultural, histórico, turístico y emocional que cada pueblo tiene que preservar, manteniendo así su historia y homenajeando a las personas que hicieron que ese lugar hoy exista gracias al uso responsable y sostenible del territorio. Algunos pensarán que esta tarea es folklórica, cosa rancia y de viejos. Todo lo contrario, este estudio arquitectónico es un ejemplo notable del interés que este patrimonio puede suscitar entre la gente joven, inquieta por la arquitectura, por el patrimonio, por la tierra.


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