martes, 24 de enero de 2017

Impulsar el ecoturismo

El ecoturismo como modalidad de turismo de naturaleza y sostenible, tiene grandes oportunidades de reportar riqueza y empleo a las zonas rurales, de fijar la población y de contribuir además a una mejor conservación del medio ambiente. Así se ha destacado en la reciente feria de turismo FITUR 2017.

El ecoturismo está "comenzando" en España, pero la secretaria de Estado de Turismo, Matilde Asián. se muestra convencida de que será "esencial" para el desarrollo del país, porque una "potencia turística mundial" como nuestro país debe aprovechar también sus potencialidades naturales. "España no es solo sol y playa; somos conocidos por nuestro sol y nuestra playa, y eso es un orgullo para nosotros, pero tenemos que ser conocidos también por nuestra riqueza cultural, histórica y ecológica", explica Asián.

Incluimos un ENLACE a la noticia completa que lleva por título "El ecoturismo en España, un nicho de empleo y una oportunidad de negocio"

El simbolismo celtíbero de las cabezas

La cabeza como símbolo tenía una gran importancia entre los pueblos celtibéricos, siendo considerada la parte del cuerpo en la que residía el alma, el “otro yo” de la persona y por lo tanto, estaba fuertemente ligada a la inmortalidad. La cabeza, el cráneo, se convertía así en el receptor de la esencia del individuo, en lo más valioso. Por esto, el cortar la cabeza del enemigo se consideraba el máximo ultraje ya que se trataba de una mutilación física pero también espiritual  y de ahí el cuidado que según Estrabón los celtas otorgaban a estas testas, conservándolas en aceite de cedro y exhibiéndolas con orgullo, negándose incluso a venderlas por grandes cantidades de oro.
Vaso de Uxama
Vaso de Uxama
Este simbolismo de la cabeza no sólo se aplicaba a ese ritual guerrero decapitatorio sino también en otras áreas y es ahí donde entran el resto de interpretaciones de las representaciones de cabezas que tenemos en la Península Ibérica. Por ejemplo, las cabezas que aparecen en la cerámica de Uxama en la que se rodean de aves son una alegoría del alma elevándose gracias a los pájaros que ejercen la función de psicopompos.
Puedes leer AQUÍ este interesante artículo publicado en la web de Celtica Hispana.

martes, 17 de enero de 2017

Camisetas







Os presentamos este modelo de camisetas sobre Santa Lucía que estamos diseñando. Se admiten ideas, comentarios y sugerencias.



jueves, 12 de enero de 2017

CUENTALUZ: Aquí nos hacemos ricos, mamá

¿Es posible hacerse rico cogiendo endrinas? Quizás si las pagaran a precio de oro podría ser que sí, quien sabe, porque había años que había muchas endrinas en Andaluz, tantas como para que llegara a exclamar un día, al ver aquellos endrinos repletos, esa frase que me salió de dentro "Mamá, aquí nos hacemos ricos", y que posiblemente permanece en mi memoria gracias a las veces que lo comentó después mi madre. Pero evidentemente sobre 15 pesetas el kilo, que si mal no recuerdo era el precio que se pagaba allá por los setenta, el dinero que se sacaba por las endrinas era como una ridícula propina por un duro día de trabajo en el campo.

En aquellos días de Septiembre venía un comerciante en su pequeña furgoneta a recoger las endrinas, ese fruto que se aprovecha para hacer el licor del pacharán. Casi todo el pueblo se movilizaba para ir de endrino en endrino ordeñando y llenando calderos. Y cada uno utilizaba su particular e imaginativa técnica 'cavila' para recogerlas, desde varear poniendo un plástico debajo hasta fabricarse alguna artesanal herramienta. Yo colaboraba más de recadero llevándolas a casa en un saco cogido al soporte de la bicicleta, por supuesto la BH, cuando ya se había llenado el recipiente.

Otra forma de sacarse algún jornal en el pueblo era ayudando al Angel a sacar la miel de los panales, en su pequeña explotación apícola. Disponía de dos máquinas extractoras por fuerza centrífuga que funcionaban con alubia y garbanzo, es decir, a base de brazo. Pasabas allí la tarde, y no era un trabajo que pudiéramos denominar muy rentable, como todo lo artesano. Se cobraba poco pero, eso sí, comías miel a demanda, sin límites, ponías los dedos debajo del chorro y a la boca. Más que comer miel, engullías miel. También fui algún día a catar la miel a las colmenas, una bonita experiencia.

Recuerdo su carácter siempre sonriente y verle allí debajo de la amarilla luz que daba aquella bombilla, con alguna abeja desorientada revoloteando alrededor, quitando con una paleta esa fina capa que tapaba las celditas del panal. Tenía unos pucherillos con agua caliente al lado de la lumbre para limpiar las paletas que utilizaba para raspar la cera. El agua dulce que quedaba al finalizar la jornada se utilizaba para hacer un excelente dulce gelatinoso que llamaban mostillo y que no he vuelto a tomar desde aquellos años. Tampoco he conseguido dar con su receta buscando por internet. Tendremos que intentar recuperarla, pues era un postre exquisito y original.
                                                             




miércoles, 11 de enero de 2017

CUENTALUZ: El sonido del silencio

Desde niño siempre me ha impresionado el silencio que se 'respira' en el pueblo. Un silencio que transmite quietud, paz y desconexión. La sensación de que el mundo se ha detenido. El silencio que es capaz de hacer protagonista y ensalzar el suave canto de un jilguero o la ligera brisa que mueve las hojas de un árbol. El silencio es quien afortunadamente consigue que apreciemos todos esos pequeños matices, es el dueño de la mirada, del resto de nuestros sentidos.

El silencio es sentir. Sentir la naturaleza, las aguas del Duero, el viento, la tierra, el caño de la fuente que borbotea, la vibración del aire al paso de un buitre, el canto de la perdiz... Sentir la magia especial del silencio. Sentir tu propia respiración. Sentir las pisadas de alguien que se acerca. El silencio es como ver a tu alrededor una película con la voz en off. Una atractiva película en color que te absorbe, que recorres con la mirada, que te inspira, que te recrea, y en la que realmente te llegas a sentir el actor principal.

Me molesta romper el silencio. En ocasiones, cuando llego a la huerta y  pongo en marcha el motocultor o la motosierra me siento culpable de interrumpir esa armonía, de ser el extraño que altera el equilibrio natural establecido, el inadaptado al silencio, el profanador de un misterioso secreto, el aliado del ruido.

Quiero despertarme por la mañana, abrir las ventanas, que me deslumbre el sol, respirar un soplo de aire fresco, sentir el silencio, oir pasar a una bandada de golondrinas que me ensordezca con su trino. Quiero seguir percibiendo las mismas sensaciones que tengo desde niño. Quiero despertarme donde se pueda escuchar el agradable sonido del silencio.


martes, 10 de enero de 2017

Presentación en ADEMA

Reyes Oliva, Diana Vega y un servidor, mantuvimos ayer una reunión en la sede de ADEMA, en Almazán, para presentar a esta Asociación los detalles del proyecto que ya conoceis. 

Próximamente esperamos que desde el Ayuntamiento de Berlanga nos comuniquen que suscriben la promoción del proyecto. De este modo, contamos con realizar en breve la presentación de toda la documentación requerida por la convocatoria de ayudas para proyectos no productivos de la denominada medida 19 LEADER,  de apoyo para la realización de las operaciones conforme a la Estrategia de desarrollo local participativo, del Programa de desarrollo rural de Castilla y León 2014-2020.

Con la prudencia debida, creemos que el proyecto va bien encaminado y se adecua a la finalidad de dinamización rural mediante la valorización de los recursos naturales y culturales y lucha contra la despoblación a las que van dirigidas estas ayudas. 

jueves, 5 de enero de 2017

CUENTALUZ: Somos cavilas

Está claro que en Andaluz se cavila mucho, siempre se ha cavilado, por algo nos tildan con ese singular apelativo, cavilas. Cualquier problema o dificultad, por complicado que parezca, tiene escondido una solución, pero es preciso cavilar para encontrarla. Si no la encuentras, lo más seguro es que no hayas cavilado aún lo suficiente. Así es.

"Sería de las pocas cosas que se me han resistido", decía mi padre cuando alguien empezaba a dudar de la posible enmienda de algún retorcido asunto, trabajo o chapuza que requería de alguna imaginativa o improvisada actuación en la que pudiera estar inmerso. Desde arreglar un tejado hasta reparar la excavadora de mi tío Joaquín. La escuela de la vida les había dado muchas lecciones, ciertamente. Cuantas más penurias pasaron, más aprendieron. Era vital para ellos tener bien engrasado ese 'rodamiento cavila'  para sobrevivir a la adversidad.

Recuerdo que un día entró un albañil en la cuadra de la casa de mis abuelos y manifestó su perplejidad porque era la primera vez que veía ese curioso 'sistema', made in Andaluz, que permitía con una sola bombilla alumbrar a las dos cuadras de la casa, que estaban separadas por un tabique.

Y es que Andaluz tuvo también, en aquellos años de posguerra, la dicha de ser uno de los primeros pueblos de la comarca que contaba con un generador de electricidad, gracias a su molino viejo. Si mal no recuerdo, según he oído contar, cuando empezó a funcionar, se distribuyeron bombillas por familias y se estableció un insignificante máximo de unos 10 watios. Sí, 10 watios o menos. Todo un lujo, comparado con tener que estar a la luz de las velas, de aquellas finas y alargadas velas portátiles enrollables que iluminaban con más penumbra que luz, y que recuerdo que mi abuela encendía para entrar a la despensa.

Por cierto, que lo dejamos antes a medias; no sé si habéis cavilado ya sobre cómo conseguir dar luz con una sóla bombilla a dos estancias separadas, como os había comentado anteriormente. Esas carencias de electricidad seguro que fueron la clave para conseguir 'cavilar' la solución. Es muy sencillo. Se dirige el cable hasta un punto central del tabique intermedio, se hace un agujero y se sitúa la bombilla en medio del tabique. Ya tenemos una luz para dos estancias. Fácil.

Es un insignificante ejemplo, aunque creo que suficientemente ilustrativo para empezar a entender la filosofía cavila. Ya sabéis, somos así..., somos cavilas.






Una ciudad perdida


Interesante audio del programa de hoy en Ciudadano García, RNE, dónde se habla de la aparición de una ciudad perdida. No debemos ser los únicos locos que andamos buscando ciudades.


martes, 3 de enero de 2017

CUENTALUZ: Licencia para matar

Recuerdo que mi madre decía que el día del cumpleaños de mi abuelo Lorenzo siempre había una buena liebre o conejo en la cazuela. No disponía de licencia administrativa de caza, pero parece ser que sí se consideraba acreedor de una exclusiva o particular 'licencia' para darse un capricho ese día tan especial para él, ya que era un 'fanático' de los guisos de caza. Llevaba su escopeta escondida en una talega (saco de tela) rellena con algo de paja y así no levantaba ninguna sospecha en caso de que anduviese el guarda ese día por el monte. No conozco muchos más detalles, seguramente saldría de madrugada, para no ser visto. Sí me consta uno de los lugares donde decía mi madre que se apostaba en ocasiones, escondido dentro de una taina en un paraje con bastantes madrigueras de conejos.

Nosotros lo más que llegamos a cazar era alguna que otra rana en la charca de la dehesilla. También algún día recuerdo coger grillos que metíamos en pequeñas jaulas. Había que ir despacito cuando estaban cantando hasta localizar su pequeño agujero, luego introducir una pajita y después de mosquear al grillo durante un ratillo, el pobre bicho salía extrañado de su cobijo.

Ésto era una tontería en comparación con aquellos días que estuvimos en verano ayudando a mi tío Timoteo a quitar piedras de una tierra por la zona del hocino. Aquello ya ponía los pelos de punta. Quitábamos las piedras pequeñas y medianas y las íbamos echando al remolque. De las piedras grandes, algunas bien agarradas, se encargaba él. En ocasiones, debajo se ocultaba  la morada de alguna víbora o lagarto. Para sacarlas mi tío procedía con cuidado mientras nosotros nos subíamos a toda prisa al remolque en cuanto veíamos que por allí se movía algo. Según removía la piedra y empezaba a asomar el bicho, un poco despistado, le asestaba un buen tajo con el pico. Pero algún lagarto se escapaba y lejos de huir, se encaraba con el Teo. Le hacía frente. Empezaba un 'combate' tenso, con más improvisación que estilo por parte de mi tío, pero al final exitoso y efectivo.

Parece ser que esta zona es apta para reptiles. Mi padre contaba impresionado algunas veces que de chaval avistó por allí una culebra de grandes dimensiones. Por esa zona, por donde transcurre la cañada real Galiana, le tocaría bastantes veces ir a pastorear las ovejas. Podría tratarse de alguna culebra bastarda, que pueden alcanzar incluso más de 2 metros de  envergadura. Estas culebras las he visto más de una vez por las 'regaderas' o canales de riego de los huertos y aunque son inofensivas para el hombre nunca te lo acabas de creer.

Hay más episodios singulares de caza, y también de pesca que se los he oído comentar al Javi, aunque estaría mejor que nos lo contara él directamente. Una de estas anécdotas me parece ciertamente increíble. Quizás debería haberme asegurado antes de que no lo haya soñado. Resulta que estando un día por el monte, un jabalí, no sé si por casualidad o qué, se sintió acorralado en una zona por la que no había salida. Debía estar también por allí el Jesús. Se había bajado del tractor cuando el animal se dio la vuelta e iba directo hacia él. Pero el Jesús disponía de un arma un tanto especial, un arma imaginativa y arriesgada, pero efectiva si se sabe usar con buena técnica, aunque no creo que ésta pueda aprenderse sólo con leer las instrucciones de uso de este apero, un arado, instrucciones que ni siquiera existen. Me imagino la situación. Viene hacia tí una bestia impresionante y tú ahí en medio de la tierra con un arado en las manos, esperando a bajarlo con fuerza  para golpear su cabeza justo unas décimas de segundo antes de  llegar a ser embestido por esa fiera. Increíble ¿verdad?. Pues sí, aquí una vez más se hizo uso en Andaluz de otra exclusiva 'licencia' para matar.



lunes, 2 de enero de 2017

Audioguía de Andaluz





La audioguía de Andaluz es una  APP para Android que está desarrollando Carlos Álvarez. Esta aplicación para móviles va a permitir acceder a información sobre el pueblo, monumentos, espacios naturales, etc. de forma interactiva. Está previsto tener una primera versión beta para el mes de febrero que se pondrá a disposición del grupo para probarla. Con vuestro feedback, comentarios o sugerencias se mejorará y depurará. En una segunda fase se van a incorporar más herramientas con ubicación de mapas, etc. ¡Buen trabajo, Carlos!





domingo, 1 de enero de 2017

CUENTALUZ: Viajando con un cerdo

¿Es posible viajar con un cerdo en un Seat 850? Pues sí, os aseguro que más de una vez lo hemos hecho, sí. Pero, ¿hecho trozos? No, un cerdo entero, de unos 120 kilos. Pero si un 850 no tiene maletero... Claro que tiene poco maletero, más bien el maletero de un 850 se situaba en la parte delantera, en lo que se denomina el capó, donde puede viajar un cerdo estupendamente. Y ¿vivo? No, éso ya sería demasiado; viajaba 'dormido' plácidamente después de haber sido atravesado por el cuchillo 'de matanza' que mi padre, tras un rápido movimiento de manos para darle el último afilado (aún me parece oír ese chasquido), introducía suavemente hasta tocar su órgano vital. Suena a poesía, aunque la matanza, más bien te parece una tragedia cuando eres niño.

Aún estando a casi 200 kilómetros del pueblo costaba mucho renunciar a la matanza. Para no perder tiempo, en vacaciones de Navidad, lo mejor era llevarse el cerdo puesto al pasar  por algún pueblo con tradición porcina. Así, sin envolver, a 'lomos' del 850. Por supuesto se mataba en el mismo lugar de los hechos sin ningún problema, en cuestión de minutos. Ya en Andaluz, se echaba el cerdo al portal con un plástico debajo y mi padre empezaba a descuartizarlo. Así no era preciso ni siquiera pasar previamente por el supermercado para asegurarse la manutención de esos días.

Pero ésto no era lo normal, ciertamente, de hecho quizás lo hicimos dos o tres veces, no más, cuando mis abuelos dejaron de criarlos. Alguna matanza recuerdo de niño en Andaluz, pero no demasiadas. Sí veo con mucha claridad ese fotograma fijo con el cerdo abierto en canal y boca abajo colgado de la viga del portal de casa, esperando para seguir siendo desmenuzado al día siguiente. También sigue ahí grabada una pequeña película en la que a mi hermano y a mí nos asignaron un papel secundario, aparentemente fácil, que consistía en tirar del rabo al animal. En un escenario con el gamellón en medio del portal, mi madre con un balde para recoger la sangre para las morcillas, unos cuantos para sujetar y mi padre y alguno más trayendo el bicho chillando como un cerdo, nunca mejor dicho, con un gancho clavado en la papada, no era una representación que nos llegara a seducir demasiado. No sé si llegó a entrar el gorrino por el portal cuando mi hermano y yo pusimos pies en polvorosa y salimos corriendo a toda velocidad hasta llegar a lo alto de la Iglesia. Cuando bajamos, una vez que intuímos que aquélla escena había finalizado, la cuadrilla estaba ya pasándole el soplete por el lomo y raspando el pelo con agua hirviendo. Recuerdo que alguien dijo "vaya ayudantes que os habéis echado". 

Pero todas estas inconveniencias tenían también su contrapartida. Ese aroma y ese saborcito del caldo mondongo que resultaba de cocer las morcillas en aquellas brillantes calderas de cobre, sí que era verdadera poesía. Y las salchichas (picadillo) pasadas por la sartén, con las que se ponían a prueba los más exigentes paladares para ver si los chorizos iban a resultar en su punto de sal, era un auténtico soneto. Luego, después de dejarlas reposar se embutían y se colocaban las 'vueltas' de los chorizos en aquellas largas varas colgadas del techo y cercanas a la lumbre para que fueran cogiendo su excelente sabor ahumado. La cabeza se asaba al horno, pero la verdad que ésto no me daba muy buenas sensaciones, aunque había tajadas muy sabrosas.

Cada familia criaba uno o dos cerdos, o incluso más, en  pocilgas situadas en algún pajar próximo o anejo a la vivienda. Mi abuela Engracia los tenía en la casa vieja y mi abuela Dorotea en el corral, justo cruzando la calle. Al levantarnos por la mañana, ya estaban los pucheros de la comida al lado de la lumbre y, por supuesto también, colgado de las cadenas o llares, el caldero con las mondas de patata, verduras varias y sobras que conformaban la comida de los cerdos. Algunas veces acompañábamos a mi abuela Dorotea a echarle a los cerdos. En cuanto olían la comida ya se les oía refunfuñar, se ponían nerviosos porque estaban esperando su ración. Aquellos no viajarían en 850, bueno, la verdad es que sí,  pero ya con forma de ricos chorizos, morcillas y jamones.